La verdad es que, no me interesa lo que digas


Una de las actividades que hacemos todos los días es un ejercicio constante en comunicarnos con todas las personas con quien interactuamos. En ocasiones la comunicación llega a ser en dos vías volviéndose valiosa y productiva, pero en otras, la comunicación es de solo un sentido. Volviéndose un soliloquio, una sesión de difusión de las ideas de una sola persona.

Recientemente me pidieron ser evaluador de un discurso y llegue al punto de quedar embelesado de lo presentado por el orador, al terminar le felicité por el tema tan interesante y bien presentado, a tal punto que me quedaron muchas ideas a investigar y aplicar en mi vida.

Mi amigo quedó satisfecho al saber del efecto que ocasionó en mí y en la audiencia su plática. Momentos más tarde, conteniendo toda clase de remordimientos y tratando de ser lo más cuidadoso, me le acerqué y le dije; “La verdad es que en este caso, no me interesa lo que digas”, su reacción fue de asombro y contrariedad, ya que minutos antes había hecho comentarios en otro sentido.

Le aclaré que al ser invitado a evaluar su participación de un proyecto de Toastmasters, debemos de tener cuidado en no poner en un plano de mayor importancia lo que se dice, debiéndonos enfocar en; como se dice, ya que estamos sometidos a una metodología que nos lleva a mejorar la forma en que se presentan nuestros argumentos y no cuestionar lo que se dice.

Al ser parte de una audiencia en la cual somos testigos de la presentación de un discurso, debemos de tomar en cuenta el papel que se nos está pidiendo tomar, ya sea el de audiencia o de evaluador. Formando parte de la audiencia lo que se nos pide es escuchar el mensaje y puede ser suficiente con tomar un asiento y aparentar que se está poniendo atención. Pero, si se nos pide dar una opinión de cómo se percibió el mensaje, debemos aplicar todos nuestros sentidos para poder emitir una opinión de la manera en que el mensaje llegó a nuestros oídos. Y separar nuestras opiniones del tema para otra ocasión.

Cuando alguien nos pide llevar a cabo una evaluación del mensaje dado, nos deja en una posición en que la confianza que nos brindan hay que considerarla en demasía.

Si consideran mi opinión, es que hay la confianza en mi criterio, por lo que debo aplicarme con todos mis sentidos a dar la mejor evaluación de cómo se emitió el mensaje.
Creo que las dos partes, el orador y el evaluador, en una relación de confianza pueden beneficiarse en dos áreas, la primera - la técnica- que sería de dar el mensaje y la otra el criterio para poder sugerir áreas de oportunidad resaltando los puntos fuertes que ya se tienen.

Por lo que no te ofendas si en cierta ocasión te digo, “La verdad es que en este caso, no me interesa lo que digas”.

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